Discapacidad en la intimidad, del tabú al escenario

Arranca el ciclo Una mirada diferente del Centro Dramático Nacional centrado en la inclusión de los discapacitados encima y debajo del escenario



Dos jóvenes de 20 años buscan sexo rápido y etílico. Es viernes por la noche. Usan una app, hacen un poco de 'sexting' y se citan para desfogarse en casa de ella. Hasta aquí todo es bastante habitual. Lo novedoso e interesante de este sencillo argumento es que cuando se conocen, ella no tiene piernas. Aunque lo novedoso y verdaderamente interesante es que 'Wendy Hoose' rompe de este modo con uno de los tabúes más extendidos sobre el mundo de la discapacidad: el sexo.

Esta obra de teatro llega directa de Escocia para inaugurar en el ciclo Una mirada diferente, que organiza por cuarto año el Centro Dramático Nacional (20 a 29 de mayo). Bajo el lema 'Déjate contagiar', este festival sube al escenario a artistas con discapacidad y ofrece funciones accesibles con el fin de la normalización e inclusión.  "Este año nos llegaron muchas propuestas en torno al sexo y la discapacidad, así que es el momento de poner este tabú sobre la mesa", explica Inés Enciso, directora artística del festival. Por eso, prácticamente la mitad de la programación posa su mirada sobre uno de los temás más ocultos y soterrados para la sociedad.

En 'Weendy Hoose' James Young y Amy Conachan dan vida a Jack y a la voluptuosa Laura. Es una comedia irreverente y muy subida de tono que ha arrasado en Gran Bretaña con su fina ironía y su exhibición del sexo sin ambages. La obra además es plenamente accesible porque en una pantalla se van proyectando las conversaciones de esa app de citas, los emoticonos y fotos que se envían sus protagonistas, hay intérpretes de lengua de signos y bucle de inducción magnética. Un poco más lejos, en Italia, dos mujeres hablan de sus experiencias con el sexo desde sus sillas de ruedas: "¿Pero la silla de rueda luego te la quitas? Lo haré solo cuando te hayas quitado los calcetines".

Este es uno de los diálogos de 'Sex & Disabled People', una lectura dramatizada musical que aborda con humor e ironía las relaciones emocionales y sexuales entre personas con y sin discapacidad. Las autoras y actrices Barbara Galaschelli y Alessandra Sarchi cuentan, acompañadas por la música jazz en directo de Luca Garlachelli y la voz de Viviana Gabrini, su experiencia, que además se convirtió en un libro, a modo de lecciones que demuestran que los discapacitados no son ni mucho menos personas asexuales.

"El mayor prejuicio es que los discapacitados no tiene sexo, no se nos considera interesados en experiencias amorosas, sensuales y sexuales. Los discapacitados se consideran como una especie de figura angelical, portadores de valores como el soportar el dolor, la tenacidad en enfrentarse a las dificultades de la vida pero nunca como personas alegres, capaces de gozar de su cuerpo y sus sentidos. Y de dar placer", explica a El Confidencial Barbara Galaschelli. "Tendemos a pensar en el diferente como un monstruo, que no tiene nada en común con nosotros, cuando, en cambio, a menudo tiene nuestros mismos deseos y nuestras mismas frustraciones. La sexualidad es un aspecto muy importante de una sociedad, si no fuera así no lucharían para controlarla tantas religiones y morales de todo color y nación. Es una fuerza vital, y negársela a las personas discapacitadas, fingir que no la tenemos, es casi decir: vosotros no existís", añade Alessandra Sarchi.

Ambas coinciden en que buena parte de los tabúes relacionados con el sexo y la discapacidad vienen de la mano de la religión, la educación y las imágenes esteriotipadas que impone el supuesto canon de belleza. "El sexo, en todas sus formas, se vive como 'pecado', como algo negativo. Si al sexo le añadimos la discapacidad, el asunto se complica aún más, ya que a los discapacitados se consideran un mundo aparte, asexuado, sin impulsos ni deseos", asegura Galaschelli.

"Parece imposible imaginar una vida de manifestación corporal completa y, por lo tanto también sexual, superando los cánones de salud, juventud y belleza estética conformada con la moda" y las revistas de papel couché, añade su compañera. "El derecho a la intimidad física y sexual es una raíz inseparable de la persona, de cualquier persona, independientemente de su condición física", zanja. Ambas participan junto a los actores de 'Wendy Hoose' este domingo en un debate sobre sexo y discapacidad dentro del festival.

Jordi Cortés, por su parte, dirige 'Fuck-in-Progess' (un juego de palabras entre "trabajo en proceso y estamos jodiendo, no molesten"), un espectáculo de danza, teatro físico y performance en el que ocho intérpretes, a través del erotismo, la sensualidad y el fetichismo, hablan del cuerpo y la diversidad erótica que hay en cada uno de nosotros. "Habla de la relación que tenemos con nuestro cuerpo y con el de los demás y de la necesidad de contacto físico", señala Cortés, que lleva más de dos décadas abordando en sus proyectos la inclusión de los discapacitos y desde hace siete años trabaja constantemente con personas con diversidad física, intelectual o sensorial.


"El sexo es un tema tabú aunque cada vez se habla más, y es necesario porque todo el mundo tiene derecho a poder disfrutar de su cuerpo como quiera y porque todos tenemos cuerpos, sensibilidad y un mundo emocional que tenemos que compartir. Yo fui consciente cuando empecé porque había personas que venían a los talleres que te explicaban que echaban en falta en contacto físico, más allá del círculo familiar más íntimo, o que era muy difícil mantener relaciones", reflexiona.

Esta opinión la comparte Óscar Miranda, director de la lectura dramatizada 'Los perros no van al cielo'. "El mundo de la discapacidad en general o te pilla por una circunstancia concreta que te acerca o vivimos completamente ajenos y alejados, no tenemos realmente mucho conocimiento", asegura. Es precisamente de ese desconocimiento del que nacen los prejuicios, algo, añade, que se agranda si el protagonista es el sexo al igual que pasa en otros ámbitos como la sexualidad de las personas mayores. "Se trata como algo que no existiese, pero cómo no va a existir", se queja.

Esta obra aborda en clave de comedia negra la autonomía de las mujeres con síndrome de Down a través de Virginia (a la que da vida Leticia Hernández Álvarez), una joven que se cita siempre vestida de rojo con hombres desconocidos a los que contacta con internet. "La historia de Virginia cuenta cómo busca por su lado las relaciones sociales y sexuales y cómo por el chat empieza a desarrollarlas de la manera que puede. Es su vía para intentar encontrar esa parte que necesita. Internet ha venido a suplir las carencias de nuestras relaciones sociales y permite llegar a ese mundo que la sociedad como está estipulada no deja que se expanda libremente", afirma.

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